lunes, 30 de noviembre de 2009

La felicidad no es una utopía

Por: Janite Fuentes

Debo empezar confesando que antes de iniciar este postgrado en la Universidad Monteávila nunca había leído nada relacionado con Dalai Lama, tampoco conocía sus vivencias, sus enseñanzas ni su forma tan particular de ver la vida.

Sin embargo, cuando empecé a leer el libro "El arte de la felicidad" de Howard C.Cutler me pareció muy ameno y empecé a sentirme muy identificada con ciertos aspectos de los que allí se describen con respecto a la felicidad, de hecho encontré explicación a algunas cosas que vienen pasando en mi vida de forma natural, en las cuales yo he reparado, pero sin mayor preocupación.

Uno de los aspectos en que he reparado es precisamente en que soy feliz, aunque me di cuenta mucho tiempo después de serlo, sí. Les explico: desde hace un buen tiempo yo he mantenido con mi mejor amiga una reflexión en cuanto a la felicidad todo porque ella un día asomó la idea de que nosotras (cada una en su entorno) somos muy felices, pero que no nos habíamos dado cuenta porque a veces estábamos pensando en lo que todavía nos faltaba por lograr, por hacer o por vivir.

Desde que ella se refirió a eso, en diferentes ocasiones, hemos revisado lo que ha sido la vida de cada una, hemos disertado en torno a lo que somos, lo que poseemos y a lo que nos hace sentir bien y hemos concluido que realmente sí somos felices.

Desde que ella se refirió a eso, en diferentes ocasiones, hemos revisado lo que ha sido la vida de cada una, hemos disertado en tomo a lo que somos, lo que poseemos y a lo que nos hace sentir bien y hemos concluido que realmente sí somos felices.

Refiriéndome particularmente a mí. Debo decir- sin ánimo de parecer egocéntrica- que me considero una persona muy feliz. Tengo razones para serlo y disfruto al máximo cada una de esas razones y de cada una de esas oportunidades que me dan Dios y la vida para estar llena de dicha. Yo no estaba conciente de que la felicidad es un estado mental, pero sí asumía que mi estado de ánimo frente a las cosas en la vida influye en mi felicidad.

Estoy totalmente de acuerdo con la afirmación del Dalai Lama de que alcanzar la felicidad verdadera y perpetua no es nada fácil, pero que es algo que a pesar de todo se puede conseguir. También valoro en gran medida la posición en la que Cutler coincide con él con respecto a que la felicidad está determinada más por el estado mental que por los acontecimientos externos.

Expongo estás dos posiciones porque son ellas precisamente en las que voy a argumentar mi afirmación de que soy feliz. Yo he tenido una vida con un estado de salud con ciertos quebrantos, pero nada graves, he tenido muy buenas oportunidades académicas y laborales, pero también he vivido momentos terribles en mi vida que me han generado sufrimientos, obstáculos que he asumido como necesarios para valorar más la consecución de cada logro y que he enfocado como dice el refrán "no hay mal que por bien no venga". Pocas cosas en la vida son fáciles de lograr y la felicidad que es algo tan deseado no tendría porque ser tan sencilla de alcanzar.

El punto está precisamente allí, en la sencillez. La gente ve la felicidad como una utopía, como algo para lo cual tienen que hacer demasiado esfuerzo para poder tenerla. Mientras que para mí la felicidad es una actitud, es algo que se produce como consecuencia de estar bien conmigo misma, de estar en paz, de no hacerle daño a nadie, de no odiar ni tener sentimientos negativos hacia situaciones o personas, de procurar ayudar a todo el que en algún momento requiera de mi apoyo y sobre todo de disfrutar día a día de todas esas cosas tan hermosas que Dios devela ante nuestros ojos.

Los que me conocen saben que no miento cuando digo que en varias ocasiones he agradecido a Dios por darme la personalidad que tengo: soy una persona serena, llena de paz y no permito que las situaciones- por muy adversas que sean- me inunden de sentimientos de ira y de odio, puede que por un momento exprese una molestia porque uno es humano y se molesta, pero no me gusta y procuro no quedarme enganchada en situaciones que se que me van a generar intranquilidad.

Alguien podría cuestionarme y decirme que expreso que soy feliz porque tengo buenas perspectivas o porque he tenido suerte en muchos aspectos de mi existencia y yo voy a responder que sí, pero no. Sí tengo buenas perspectivas, pero eso ha sido producto de la forma como asumo las diferentes situaciones que se me presentan en la vida. He tenido oportunidades que he sabido aprovechar, pero que en el camino han tenido sus obstáculos, trancas y hasta trampas que yo con decisión y firmeza he superado para seguir adelante. Así que no es cuestión de suerte que yo decida seguir adelante en un proyecto, no para nada. Es cuestión de actitud y de que me he enfocado en que lo que deseo para mi vida es lo mejor, lo mejor está lejos de todo lo que implique insatisfacción, remordimiento, injusticia y odio.

Reiteré mi idea de que soy feliz cuando leí, en el libro que cité arriba, las palabras que definen a las personas felices como sociables, flexibles, creativas, tolerantes, cariñosas y compasivas con las personas más desdichadas.

Considero que lo que me ha hecho feliz es precisamente la capacidad que he podido desarrollar para identificar y acoger las cosas que me conducen a tener una vida más plena y desechar todo lo que me hace daño. He aquí mí respuesta a cómo ser feliz.